literature

El ultimo regalo del angel

Deviation Actions

Kundu's avatar
By
Published:
808 Views

Literature Text

EL ÚLTIMO REGALO DEL ÁNGEL



Tan lluvioso como el día anterior y los que vendrían después, esa noche significaría un cambio para el mundo que tal vez nunca llegaría a notar.

Nora Ahng se sentó frente a su escritorio para hacer lo que tanto disfrutaba: Escribir. Sin embargo esta vez no sería para escribir otro libro de texto, sino para algo aparentemente más trascendente, al menos para ella: Sus memorias.

Siempre le había gustado escribir, sin embargo a diferencia de lo que ella se había imaginado, su éxito como escritora no provino de una novela romántica o de fantasía. Nora había logrado ganarse la vida escribiendo tres de los libros de texto más utilizados por la mayoría de las secundarias del país. Cada joven dependiendo de su grado portaba un libro de introducción a la química I, II ó III.

Tal vez no era su sueño como escritora, pero le había permitido vivir tranquilamente de las regalías durante ya bastantes años. Pero con todo y la reedición que tenía que entregar pronto, esa noche decidió dedicarla a escribir parte de sus recuerdos que perdía poco a poco.

Se acercó a la ventana para mirara la lluvia que parecía seguir a todas partes. Se había cambiado de ciudad ya tres veces, desde que salió de aquel pueblo, y en todos los lugares donde vivió, el clima predominante siempre contenía gotas de lluvia. "Siempre llueve" –Pensó.

Puso su dedo en el cristal empañado y casi pudo sentir la brisa atravesar por el vidrio. Escribió una palabra con la letra K que significaba amor en el idioma del país en el que se encontraba. La admiró durante un par de segundos y la borró con su antebrazo. Lo único que quedó en la ventana, fue su reflejo cansino.

Contempló su imagen empapada. Sus ojos de color verde que con los años dejaron de verse rasgados como son. A pesar de tener sangre oriental, todos los ojos cansados terminan por lucir igual con el tiempo. Sus arrugas, dibujaban en su rostro la historia de una vida mayormente triste, y fue este último pensamiento lo que la hizo apartar la mirada.

No era el hecho de la tristeza en si, sino el no poder recordar el porqué de aquel sentimiento. Tuvo que admitirse, que le aterraba la idea de no poder evocar su pasado. Así que, siguiendo el consejo de alguien cercano, se decidió a escribir sus memorias.

Encendió el computador, sólo para apagarlo antes de abrir algún editor de textos. Simplemente no le gustó la idea de confiar en la tecnología para preservar algo tan propio, además, la tormenta por fuera de su ventana arreciaba amenazante. Finalmente optó por hacerlo de la manera más arcaica posible, así que tomó una pluma y papel, dedicó una última mirada al cielo, y presionó la tinta contra el blanco.

Cerró los ojos y escarbó en lo profundo de su mente para dejar fluir lo primero que le vino a la cabeza.

                                …

Recuerdo aquella cerca de madera gruesa y el color amarillento, casi dorado de la hierba  alta. Me hubiera concentrado en la caricia del sol de media tarde, pero no quería cerrar los ojos, no con él frente a mi.

Tomó un mechón ensortijado de mi rostro y lo estiró con delicadeza, sólo para ver como regresaba a su forma original al soltarlo. –Gracias por el día de hoy. –Le dije a Adrián.

Me sonrió divertido y después de mirarme unos segundos respondió: –¿A mí?, pero si eres tu quien hizo este día tan especial.

Enmudecí sonriendo, como cada vez que Adrián me dedicaba alguno de sus comentarios y mi corazón comenzó a latir apurado. Él, sólo se dedicaba a mirarme con una sonrisa. Tal vez Adrián no era una persona muy coqueta, pero sabía muy bien lo que causaba en mi. Intenté no lucir muy nerviosa al preguntarle. –El sábado cumples años ¿Cómo vamos a festejar tus dieciocho eh? –Estuve a punto de sugerirle una gran comida en mi casa, cuando noté que su semblante había cambiado, remplazando su sonrisa por un gesto pétreo y a mi parecer, lleno de dolor.

Sentí que había dicho algo terrible y las nubes comenzaron a teñirse de gris, robándole el color dorado a las plantas. El silencio lo obligó a hablar.

–Nora, no va a haber nada que festejar. –Dijo haciendo lo posible por no verme a los ojos.

–¿De que estas hablando? Es tu cumpleaños ¿Recuerdas? Cinco días después del mío.

–Eso lo recuerdo muy bien. Pero yo, me voy en tres días. –Musitó casi inaudible.

–¡¿Tres días?! –Bramé. –¿A donde? Explícame por favor. –Le supliqué mientras su imagen infranqueable comenzaba a lucir borrosa a través de mis ojos húmedos.

Quiso voltear a verme, pero la primera gota de lluvia calló en su mejilla, cerca de su ojo, así que agachó la mirada. –Lo lamento Nora, quise decírtelo antes, pero no quería arruinar este día. –Dijo justo cuando las nubes negras se tragaban el último ápice de color y cambiaban la calidez que me envolvía por un frío incómodo.

–¿Qué no querías arruinar este día? ¡Creo que eso es precisamente lo que estás haciendo! –Le grité justo antes de que las nubes y yo nos quebráramos, y comenzáramos a llorar.

Se acercó culposo, y me rodeó para protegerme de las gruesas gotas. Pero era absurdo, él estaba tan empapado como yo.

Me apretó fuerte en sus brazos y colocó su rostro junto al mío. –Nora, sabes lo que le ocurre mi padre, no podemos tratarlo aquí. Decírtelo antes sólo hubiera hecho las cosas más difíciles, yo se que lo comprendes.

Su voz era lo único cálido en ese lugar, pero sus palabras abrían agujeros dentro de mi. Sentí una oleada de dolor, desde mi estómago hasta mi cara, y mi llanto se volvió más fluido y sonoro. –¡¿Por qué?! –Exclamé, y un viento tan enojado y triste como yo, nos golpeó en la cara.

Adrián tuvo que levantar la cabeza, mientras que yo seguí agachada. –¡Tienes que entender! –Intentó decirme, cuando con uno de mis sollozos, el viento empapado lo hizo caer de la cerca.

Se incorporó de inmediato y el agua no tardó en limpiarle el lodo del rostro. De pié, estando detrás de mi, abrazó mi cuerpo que temblaba por lo espasmos de mi llanto y no por el frío. –Tienes que entender algo Nora. –Logró decir esta vez a mi oído; no contesté. –Debes entender… que te amo.

Una nueva oleada recorrió mi pecho hasta mi garganta, pero nada salió de mi boca, sólo la abrí para notar que mis labios sabían a sal y que ni aquella lluvia era tan copiosa como mis lágrimas.

Sentí mi pecho oprimido otra vez, y el viento nos golpeó de nuevo. –Vete. –Logré decirle por fin. Pero la bofetada de agua en la cara de Adrián no le permitió escucharme.

–¿Qué dices? –Preguntó a mi oído haciendo un esfuerzo por mantener su cuerpo junto al mío, pero la lluvia parecía haberse ensañado con esa idea.

–Vete. –Repetí.

–Pero Nor…

–¡Que te vayas! –Exclamé con todas mis fuerzas al tiempo en que una bocanada de agua apartó su cuerpo de mi espalda.

–¡Nora! –Gritó, peor a penas y pude distinguirlo sobre el silbido del viento y las gotas golpeando como tambor en mi cabeza.

Con cada sollozo mío, la lluvia lo alejaba más de mí, dejando caer cada cama de gotas al ritmo de mis pulmones.

Ni siquiera noté cuando se dio por vencido.  Y tampoco noté cuanto tiempo pasó antes de caer dormida bajo esa lluvia.

                                …

Nora despertó súbitamente, con el corazón exaltado y con las mejillas húmedas, sintiéndose tan vulnerable como en aquel sueño que acababa de tener. Pero a diferencia de aquella imagen, su cuerpo estaba cálido, iluminado tenuemente por la luz ámbar de al única bombilla que no daba para revelar la habitación completa, y en sus oídos, el golpeteo familiar de las gotas de lluvia, envolvía rítmicamente la estancia desde su ventana.

Tardó unos minutos en recordar que estaba en su casa, y un par de segundos en aceptar que esas manos manchadas y delgadas eran otra vez suyas.

Soñolienta, se alimentó del silencio propio de la madrugada y ni siquiera se molestó en moverse un poco. Sin embargo algo llamó lo sufriente su atención como desentumir su cerebro. Tomó los papeles frente a ella y vio escrito su sueño. Palabra por palabra aquellos sentimientos tan dolorosos estaban plasmados por su puño y letra.

Nora no pudo discernir cuándo había terminado de escribir y comenzado a soñar. Tal vez había hecho ambas al mismo tiempo, o peor aún, tal vez su memoria estaba todavía más deteriorada de lo que imaginaba.

Decidió que era inútil desgastarse pensando en eso, así que lo dejó por la paz. Aún así, no pudo volver a dormir, en vez de eso, se perdió en las formas que las gotas hacían en su ventana al unirse con las otras que se deslizaban hacia abajo.

Quedó irremediablemente hipnotizada, en algún tipo de trance causado por la percusión de la lluvia y el silencio de la casa, hasta que una luz cegadora atravesó el cristal, seguido de un estruendo ensordecedor e invasivo. La tomó con tanta sorpresa que calló de espaldas con todo y la silla donde se encontraba.

                                …

Los relámpagos siempre me han recordado a mi madre.

Ese día decidí ir directo a casa. No sólo el día era fresco y bonito, sino que ese día obtuve la calificación más alta de mi vida en un examen: Un gran y redondo cien.

Realmente nunca pude destacar mucho en al escuela. Siempre dentro del promedio, pero la química simplemente parecía ser natural en mi, en especial ese examen final, acerca de las propiedades químicas de los fluidos, de los líquidos  sobre todo, del agua.

Tomé el camino corto a mi hogar, pero lo que me esperaba ahí hizo que mi nota perfecta importara un comino. Es más, ni siquiera el hecho de que por fin hubiera decidido a que iba dedicar mis estudios universitarios importaba en lo absoluto. No cuando al llegar a casa viera el rostro de mi padre y no volviera a ver el rostro de mi madre.

Siempre creí que era un cliché, pero también llovió en el funeral de mi mamá.

Recuerdo las caras de resignación y pena de los mudos asistentes al entierro. Recuerdo el rostro inexorable de mi padre, roto y desmoronado ante la infinita despedida que le esperaba, y me recuerdo a mi, observando a todos mojándose sin queja frente al ataúd de mi madre.

Ni siquiera presté atención a las palabras del sacerdote; nunca fui creyente. Tampoco escuché a la gente diciendo probablemente, que tuviera cuidado porque me encontraba demasiado cerca de la orilla de la tumba. Lo único que mis oídos percibían, era el sonido de las gotas cayendo lentas en ese sarcófago.

Cada una arremetía con tal fuerza contra la madera que creí que se rompería en cualquier segundo y cada golpe en moción lenta, parecía estar sincronizado con mi corazón, o tal vez junto al de ella.

Me arrodillé junto aquella tumba y observé cada montón de tierra húmeda que arrojaban sobre el ataúd. Hice un esfuerzo mayúsculo por no llorar, y me di cuenta de que no era necesario, el cielo lo hacía muy bien por mi. Y con cada respiración profunda de mi pecho, nuevas gotas hacían más difícil la tarea de los sepultureros, que tardaron una hora más de lo previsto.

Creí que saldría impune de mis lágrimas ese día, hasta que leí aquella lápida de mármol frente a mí:

                                                            "Leonor Ahng
                                                             1911 – 1965
                                             Esposa y madre, Siempre amada"

Fue una mujer temperamental, pero nunca pensamos que sería eso lo que la mataría. Una revoltura de sentimiento y recuerdos atacaron inclementes sobre mi cabeza y un nudo creciente se apoderaba de la boca de mi estómago, subiendo trepidante hasta mi garganta y fue entonces cuando lo dejé salir.

–¡MAMÁ! –Grité desde lo profundo de mi pecho, vaciando el aire de mis pulmones al tiempo en que un rayo cayó justo frente a mi, golpeando de lleno la lápida de mi madre. El estruendo fue tal que varias de las personas que observaban perdieron el conocimiento.

Muchos corrieron, pero no me importó, no me importaron ellos, ni el olor a mi ropa chamuscada, no me importaron los gritos de mi padre, ni la roca partida en dos que tenía frente a mí. Mi mente y mis ojos deslumbrados estaban fijos en la única palabra que podía distinguirse en el mármol: "Siempre".

                             …

Un par de gotas en el rostro agrietado de Nora la hicieron despertar. Seguía en el suelo, al lado de las cosas que cayeron junto con ella. La lluvia había abierto las ventanas de par en par y el viento hacía danzar las cortinas furiosamente.

Intentó levantarse lo más rápido que sus adoloridos huesos le permitieron, pero estando a gatas notó en las hojas que se humedecían con la brisa, nuevas letras de su autoría. Eran los recuerdos de su madre. Un nuevo relámpago le recordó sonoro, que tenía que cerrar los ventanales. Se puso de pie y luchó contra una nueva ráfaga de agua que invadió la habitación empujándola hacia su escritorio donde cayó sentada sobre el resto de su papeles.

Cuando el viento cesó, se puso de pie e intentó deshacerse de una hoja en la que se había apoyado y que estaba adherida a su húmeda y huesuda mano. Sin embargo, dicha hoja también tenía caracteres suyos, los cuales no pertenecían a ninguna de sus memorias recientes.

Comenzó a leer sin importar que la hoja se mojara con las gruesas gotas ocasionales que por algún motivo parecían venir desde arriba y no de su ventana.

                       …

Recuerdo como era el mundo: Un lugar de color sin duda, pero monocromático a fin de cuentas.

Recuerdo también el calor, aquél sol inclemente con un único propósito que parecía, era carbonizar el suelo cuyo centro era de por sí caliente. Ni la más mínima pizca de movimiento, ni la más ínfima señal de vida.

Ese fue el panorama que me encontré al llegar a este lugar desolado pero joven. Había mucho que hacer, pero no me importó. Tomé fuerzas de mis adentros y extendí los cuatro vientos en mi espalda de par en par y los sacudí con esmero. Me elevé del suelo caliente y me fui alto donde el calor era más intenso, y fue entonces cuando me liberé, junto con mi propósito en este lugar.

Durante años dejé que mis alas regaran esta tierra cuarteada por el sol. Me dediqué a llenar de mis infinitas plumas, lo que se convirtieron en ríos y mares.

Desde entonces llené cada rincón de la vitalidad que éste lugar necesitaba, y mi trabajo estaba hecho. Sin embargo, desobedecí, y a diferencia de los otros mundos donde estuve, no me fui.

Presencié accidentalmente el producto de mi trabajo. Presencie el nacimiento de la vida que gracias a mi encomienda brotó a borbotones de aquella tierra que estuvo una vez tan estéril.

Vi crecer a cada ser bajo mi manto, a cada planta (así las llamaron) que bajo mi manto, se desarrollaba  fuerte e independiente. Vi crecer también a una gran variedad de seres, cada uno más interesante que el anterior. Se que no fueron mi obra, pero sin duda dependían de mí.

Fue entonces cuando los vi nacer también. Tan parecidos a mi, aunque un poco más simples en funcionamiento, pero eso lo compensaban con su inteligencia, con su creatividad, su arte, con todo aquello que los hace tan especiales, y pasó lo inevitable: Me enamoré de ellos.

                    …

Nora leía perpleja aquellas letras tan absurdas, tan oníricas, pero indudablemente escritas de su mano, de su característica letra. –¿Pero que es esto? –Dijo a la nada con su oxidada voz.

Tal fue su estupefacción que no reparó en la hoja empapada que estaba leyendo, tampoco reparó en el nivel del agua que le llegaba a los tobillos, y tampoco reparó en el hecho de que estaba lloviendo dentro de aquella habitación.

Aún así, nada pudo separarla de su lectura imposible.

                    …

Era natural sentir aquel amor, después de todo ellos dependían de mi. Se que pude irme y ya, pero sentí que la necesidad de cuidarlos de cerca.

La orden era inminente, seguir desobedeciendo traería consecuencias, tenía que irme, había trabajo que hacer. Entristecí profundamente tan sólo con la idea de partir, y mi ser comenzó a saber a sal. Lloré por una incontable cantidad de tiempo, creo que el resultado de mi tristeza fue llamado océano por aquellos que me rehusaba a dejar.

Fue cuando lo decidí, fue cuando reparé en la única opción que tenía para quedarme a su lado, y fue cuando me convertí en uno de ellos.


Tuve muchos nombres y muchas formas. Ya no puedo recordar todas las apariencias que tuve, pero lo que si puedo recordar es el amor. Aquel viejo sentimiento que me mantiene unida a siempre a esta tierra. Los recuerdo a todos ahora, también a Adrián.

Recuerdo también esta última vez, cuando lloraba por ser tan pequeña y vulnerable, recuerdo mi diminuto cuerpo desnudo calado por el frío que yo misma causaba. Recuerdo mi llanto, que fue lo que los trajo a mi. Recuerdo que me encontraron y me ofrecieron el amor que siempre me tuvieron. Recuerdo…

Que me llamaron Nora.

                       …

La hoja cayó en el agua de la habitación inundada, junto con las memorias de Nora, que dejó de existir en ese cuarto y para el mundo. Sólo se pudo observar esa única noche, la silueta de una mujer, cuyas alas no eran otra cosa que la lluvia que nos regala su llanto y su amor por los hombres, y que desde aquel día…

Siempre llueve.





                                                             Kundu del castillo
Porque siempre llueve.


--------------------------------

Esta es mi entrada para :iconcuentos-por-colores:

También es mi primera participación en un concurso de este tipo, espero que les agrade.
Comments17
Join the community to add your comment. Already a deviant? Log In
Nadiazul's avatar